Desde la conquista del Reino de Valencia por Jaime I en 1228
y tras nombrar a San Vicente Martir, patrón de la ciudad,
se celebra esta singular festividad el 22 de enero en la ciudad de Valencia.
790 años ininterrumpidos de una tradición de gran valor histórico.

Frontal de San Vicente de Liesa

Estamos ante una pieza excepcional del románico aragonés. Narra el martirio de San Vicente en 12 escenas, dispuestas en tres hileras. El frontal tiene un tamaño de 1,57 x 0,90 m y está pintado al temple sobre pergamino previamente pegado sobre la tabla. Es de factura románica, perteneciente al tercer cuarto del siglo XIII. Las escenas tienen fondos de coloración fija en ocre, sin perspectiva y con acentuada rigidez compositiva.

El Frontal de San Vicente de Liesa pertenece desde los años 70 a la Diputación Provincial de Huesca y está expuesto en las dependencias de la misma. Una copia realizada en el taller de restauración de Domigo Subías puede contemplarse en Liesa. El Frontal recibió un completo y profundo tratamiento de restauración en el citado taller que lo salvó de la ruina que lo amenazaba.. Durante el siglo XX sufrió diversos avatares que evitaron su destrucción o expolio.

San Vicente es un santo fundamental en el santoral y devocionario oscense, lo cual no debe extrañarnos ya que la tradición y la crónica hagiográfica indican expresamente el origen oscense del santo. Pero la fama del santo era proverbial y generalizada en la Europa medieval; hay que tener en cuenta que el propio San Agustín de Hipona glosó su martirio y tenía al santo como figura paradigmática del cristiano.

El martirio tuvo lugar en los primeros años del siglo IV, tras el edicto de Diocleciano en el que se recurría a una nueva persecución del cristianismo, que en algunas provincias como Hispania estaba ya muy cuajado. Las diferentes escenas concuerdan con bastante exactitud con la Leyenda Dorada y con las Actas de los Mártires.

La historia del tormento de San Vicente se describe del siguiente modo: fue encerrado en una cárcel oscura, azotado, atormentado en el potro, se le descoyuntaron los miembros y se le desgarró la piel para luego ser colocado en una parrilla ardiendo. A pesar de toda esta tortura, San Vicente no abandonaría su fe cristiana. Una vez muerto, Daciano ordenó arrojar el cuerpo sin vida a un “muladar” (basurero), donde se dice que el cuerpo sería protegido por un cuervo (es por ello que el Santo aparece muchas veces representado junto a este animal), para evitar que fuera comido por las alimañas.
Ante esta situación, Daciano da la orden de arrojar su cuerpo al mar con una enorme piedra de molino colgada del cuello, a pesar de ello, el cuerpo saldría de manera milagrosa de nuevo a la superficie y sería encontrado en una playa de Cullera. Años más tarde, llegada la paz, los restos de San Vicente Mártir fueron enterrados en el Monasterio de San Vicente de la Roqueta antes de ser de nuevo trasladados a otros lugares debido al temor a que fuera destruido por los árabes al conquistar la ciudad.

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